También es un lugar propicio para la relajación, tanto mental como corporal, pues cuanto más nos adentramos, se respira un aire de tranquilidad y paz a la vez, que sólo se interrumpe con la presencia de la fauna que habita en este paraíso.
El Torcal está constituido por rocas calizas de tres tipos: oolíticas, brechoides y clásticas. Todas ellas tuvieron su origen en el fondo marino durante el periodo Jurásico, en el período comprendido entre 250 y 150 millones de años atrás. Los sedimentos acumulados en el fondo del mar se agregaban mediante la acción cementadora de las sales y precipitados de la disolución marina. Empujados por las fuerzas del plegamiento alpino emergieron hasta la superficie. Más tarde, una serie de fracturas generaron grietas (diaclasas) y sistemas de fallas que se entrecortan en ángulo recto; la erosión y hundimiento de dichas grietas ha producido lo que llamamos hoy día callejones o "corredores". A partir de este momento el conjunto queda sometido a un proceso de erosión característico, el modelado cárstico. La gelifracción, o fractura de la roca por la acción de cuña que supone el agua que absorbe la roca y se hiela por la acción del frío, junto con la disolución diferencial de las distintas calizas por el efecto ácido del CO2 atmosférico presente en el agua de lluvia, han modelado multitud de formas en las rocas. En primer lugar hay que destacar la frecuencia de horizontalidad en los estratos de roca, hecho que no es habitual en las montañas calizas andaluzas. Esta horizontalidad queda acentuada con la erosión, apareciendo una disposición rítmica de los estratos generada por rotura diferencial al encontrarse alternadas calizas con distinta porosidad y capacidad de absorción de agua. Esta cuña de hielo ha esculpido singularidades rocosas, generando una completa colección de piezas naturales a las que se les pueden atribuir semejanzas con formas de la vida cotidiana (El Tornillo, simbolizado en el logotipo del Paraje).